lunes, 10 de noviembre de 2008

EDUCACION EN LOS VALORES

Educación en los valoresHoy se exige una educación en valores en todos lados. “Que los valores esto”, “que los valores aquello”, “que hay una crisis de valores”. Mientras tanto, parece que muy pocos se preguntan cuáles son los valores que merecen la pena ser enseñados y mostrados como los más fundamentales.
Todo el sistema educativo vigente está persuadido de que existe cierto número de principios evidentes admitidos por toda la humanidad, y que es suficiente que los padres y maestros suministren esos principios a los niños para formarles la conciencia. Esos principios son poco más o menos los de una vaga filantropía y humanitarismo: la tolerancia, los derechos humanos (en la versión deformada de organismos internacionales como la ONU), la no violencia, la no discriminación, la defensa de la ecología, de la democracia, etc. Pero todo esto es absolutamente insuficiente si queremos hablar de una auténtica formación integral.El nudo del asunto se encuentra, como ha señalado acertadamente el pedagogo norteamericano, Paul Vitz, de la Universidad de Nueva York, en el conflicto entre una visión secularista liberal del mundo, enraizada en las ideas de la modernidad tardía que derivan de la Ilustración, y una visión religiosa tradicional del mundo, basada en ideas muy distintas a las de esa modernidad.Muestra de este conflicto ha sido el reemplazo del art. 6 de la Ley de educación 24.195 de 1993 en la Argentina (que, por cierto, no era ningún dechado de virtudes), en el cual al menos se mencionaba “la dimensión religiosa” y la referencia a valores de “bien” y “verdad” como parte de los fines esenciales de la educación, por la nueva ley de educación 26.206, promulgada en diciembre de 2006, que elimina cualquier referencia a esa dimensión religiosa y a la verdad y el bien (véase art. 8 de la nueva ley), mencionando, en cambio, unos indefinidos “valores universales” (art. 11). Y esto tiene el propósito de quitar una “herramienta“ fundamental del chico para que pueda tener una mirada crítica del mundo moderno. Contrariamente a lo que cacarean sus promotores, la escuela actual, carente de lo religioso, como tendencia mundial (y en la Argentina de manera clara) buscar transformar al alumno en un adocenado repetidor de dogmas del culto de “lo políticamente correcto“, “muy informado“ pero, eso sí, mutilado de valores esenciales.¿Escuela neutral?La posición de algunos especialistas educativos que afirman que introducir la dimensión religiosa en la escuela es entrometerse con una suerte de "valores privados" de los niños que sólo deben quedar reducidos al ámbito de su hogar, no resiste el menor análisis debido a que la mutilación de la dimensión trascendente en la educación del niño implica necesariamente una toma de posición. La famosa “neutralidad” de la escuela en temas críticos es un mito. “La neutralidad escolar es una hipocresía occidental. Nunca una escuela fue neutral” (Lenin). Cabe a la escuela, ante todo, reconocer el derecho a una educación abierta a la trascendencia. Es cierto que este derecho incluiría también el laicismo como opción, pero debería excluirlo como imposición dogmática que se da, de hecho, cuando la escuela no considera la trascendencia religiosa (pensemos que en la Argentina el estado tiene el poder de imponer esta visión “neutral“ en el 77% de las unidades educativas del país).Preguntas como “¿por qué?”, “¿para qué?” no son fruto de una mera curiosidad, sino que hacen a los interrogantes más profundos de la persona: ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿para qué existo?, ¿cuál es mi origen?, ¿cuál es mi fin?, ¿para qué vivo?, ¿por qué la muerte y el sufrimiento?, ¿para qué estoy en el mundo?, ¿qué hay además de “yo”?, ¿qué es lo que me rodea?, ¿qué tengo que hacer?, ¿por qué hay en el mundo y en mi alrededor todo lo que encuentro?, ¿cómo debo obrar?, ¿por qué y para qué tengo libertad?, ¿existe “algo” fuera de mí?, ¿existe Dios?, y si existe, ¿intervino en la historia humana?, ¿tengo algo que ver con Dios?Decir que los valores son fruto de una mera “construcción social”, expresión superficial de los intereses, apetencias, costumbres, modas, establecidos por consenso en los distintos momentos históricos, nos lleva directamente al callejón sin salida del relativismo y escepticismo. Si fuera verdad esto último, simplemente no tendría sentido la búsqueda de la verdad: lo que hoy es injusto, mañana no necesariamente lo será, lo que hoy se considera nocivo o dañino, mañana no tiene por qué serlo. A menos que se crea, neciamente, que nuestros alumnos pueden salir de esa trampa apelando a los valores de ese vaporoso humanitarismo filantrópico del que hablamos arriba. Este relativismo ético, enseñado desde hace décadas, está en la médula misma de muchas actitudes que hoy se están adoptando, y lamentablemente ganando cada vez más terreno, en la legislación de los estados modernos.

1 comentario:

Nacho dijo...

Este texto es de PAblo M ¿no?